La inmigración como cuestión de debate y coloquio en la Sala Polisón

Santiago Agrelo, arzobispo emérito de Tánger, dará esta tarde en la Sala Polisón del Teatro Principal una conferencia titulada «Ver para acoger. Sociedad e inmigración», organizado por el Foro Iglesia Viva de Burgos. 

Santiago Agrelo, de 77 años, es un franciscano cuyo trabajo se ha desarrollado cerca de las personas que tienen dificultades para vivir y necesitan encontrar otros espacios donde poder encontrar la paz y el desarrollo. Fue ordenado obispo con 65 años y han sido 12 años que desde sus propias palabras le han cambiado la vida, la forma de mirar, hasta el punto de que han dejado huellas indelebles en su propia persona y alma.

«No es lo mismo leer el Evangelio desde una catedral que desde una patera», comenta Fermín González, del Foro Iglesia Viva de Burgos. Agrelo ha vuelto ahora con sus hermanos franciscanos al monasterio de Santiago de Compostela, donde empezó su vocación y misión desde los 11 años de edad.

Agrelo afirma que desde la política hay instituciones con un propósito de silencio informativo de lo que ocurre en las fronteras. Las autoridades no permiten que haya periodistas en las fronteras y que la información que se recibe es «oficial» o proveniente de los delegados de Gobierno, con lo cual se recibe en sus palabras «una información, no fiable, no creíble» en relación a la realidad.

Además ha comentado otro problema al respecto: el lenguaje de la información que se utiliza en el mundo periodístico. Se trata de «un lenguaje que criminaliza al emigrante, ya que es muy fácil poner a estas personas en relación con mafias sin hacer ningún tipo de distinción» y además afirma que el emigrante es una víctima de las mafias.

Santiago Agrelo ha querido subrayar que un emigrante tiene el derecho a emigrar y hacerlo con seguridad, sin exponer su vida, y que es un derecho fundamental que una persona pueda salir de su nación cuando quiera y volver cuando quiera. Sin embargo, comenta que este derecho no lo respeta ningún país del mundo. Regular la inmigración no equivale a impedirla y atañe que lo que tenemos hoy son políticas de rechazo en la frontera.

Comenta que la situación en Tánger ha empeorado mucho. Se ha pasado de poder llevar alimentos a los grupos que pedían a no poder. Una persona negra tiene que ocultarse, aclara. En su último año estaba todo tan controlado y vigilado que «se les obliga a echarse al mar y a morir».

Ha denunciado que se trata de un problema de justicia, de respeto de derechos fundamentales de las personas. África ha sido durante el siglo pasado una sucursal de Europa, donde hoy las banderas han desaparecido pero el colonialismo sigue siendo el mismo a nivel económico, cultural o político. Nada se mueve en África sin permiso de las potencias de siempre.

La sociedad en la actualidad se encuentra desinformada, atemorizada y piensa que la desinformación llega a la deformación de la realidad. Esta sociedad tiene necesidad de los emigrantes como mano de obra. Se cuestiona cuántos países de África tienen en este momento paz, un régimen de libertades o que la mujer tenga los derechos de los que goza en Europa. Tiene la sensación de que los ciudadanos siguen siendo los negreros que han sido durante siglos.

Agrelo ha querido destacar que «si lo que se ha invertido en frenar la inmigración, en evitarla, se hubiese invertido en acoger y orientar, hoy tendríamos una situación completamente distinta, tanto para nuestra sociedades como para los emigrantes, posibilitándoles la acogida en esta sociedad».